Enrique III
Rey de Castilla 1390 – 1406
Sepulcro de Enrique III en la Catedral de Toledo
Enrique III es el rey que en el año 1393 concede el título de Villa a La Adrada (que poco después se convertirá en un “Señorío”), separándola de Ávila y concediéndola junto con Arenas de San Pedro y Candeleda a don Ruy López Dávalos (Primer Señor de La Adrada).
Hijo de Juan I de Castilla y de Leonor de Aragón, casó con Catalina de Láncaster en 1388 en virtud del tratado de Bayona, siendo nombrado príncipe de Asturias. Ascendió al trono en 1390. Los tres primeros años de mandato son una sucesión de fórmulas para dar con la regencia adecuada, como el gobierno de algunos parientes del rey o el arbitraje de las Cortes.
En 1393 toma el poder de manera efectiva y personal, apoyándose en la nobleza media nacida en la propia dinastía para alejar a sus parientes (Leonor de Navarra, Alfonso Enríquez). En política interior, lleva a cabo una verdadera obra reformista, encaminada fundamentalmente a asentar el poder real.
Así, deroga los privilegios y concesiones anteriormente alcanzados por las Cortes, como la alcabala y la asistencia al Consejo Real, y promueve la figura del corregidor en las ciudades. El período de paz que vive Castilla logra equilibrar las arcas de la corona. Además, emprende la conquista de Canarias y consigue detener el antisemitismo imperante.
Presta su apoyo a Benedicto XIII en su pretensión al solio pontificio y ha de detener un intento de invasión de Portugal. Además, la preocupación por el avance turco le lleva a enviar dos embajadas ante Tamerlán y, frente a los musulmanes, reanuda las operaciones contra Granada. También consigue alejar a los piratas del estrecho de Gibraltar.
La mala salud le hace delegar en sus últimos años en su hermano Fernando de Antequera.
Falleció en Toledo el día 25 de diciembre de 1406, recibiendo sepultura en la Capilla de los Reyes Nuevos de la catedral.
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