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Isabel La Católica

Madrigal de las Altas Torres, 1451 – Medina del Campo, 1504

 

Se sabe que estuvo en La Adrada el 25 y 26 de agosto de 1480 y del 28 de octubre al 1 de noviembre de 1482 con su esposo Fernando. El rey Fernando también estuvo dos días en 1483.

La figura de Isabel I será fundamental para conocer el tránsito que se produce en la Península Ibérica entre la Edad Media y la era Moderna. Su reinado, junto a su esposo Fernando de Aragón, servirá de puente entre dos épocas y tendrá elementos identificativos tanto de una etapa como de la otra.

Nace el 22 de abril de 1451 en el pueblo abulense de Madrigal de las Altas Torres. Será la tercera hija del rey Juan II de Castilla, casado en segundas nupcias con doña Isabel de Portugal, la madre de la futura Reina Católica. Su infancia transcurrió en Arévalo, donde se trasladó su madre al poco tiempo de enviudar.

La estancia en Arévalo no será muy agradable ya que la madre pronto empieza a dar muestras de locura. Poco sabemos de su instrucción, suponiendo que en estos años aprendería a leer y escribir. En 1464 el rey Enrique IV, su hermanastro, la lleva a su corte, dotándola de rentas, mercedes y una villa en Casarrubios del Monte.

Las relaciones entre los hermanos son bastante estrechas y don Enrique da muestras de cariño hacia la joven infanta al igual que a su otro hermano, don Alfonso. La situación en la corte de Enrique no es muy gratificante ya que los nobles desean restar aún más poder al legítimo monarca, produciéndose un soterrado enfrentamiento entre los partidarios de una monarquía fuerte y los que optan por un monarca manejable del que puedan conseguir todo tipo de gracias y mercedes.

En este ambiente se produce un hecho significativo conocido como “Farsa de Avila”. En una grotesca ceremonia los nobles deponen a Enrique IV y nombran rey de Castilla al príncipe Alfonso, alegando que la heredera -Juana, hija de Enrique y de su segunda esposa Juana de Portugal- es ilegítima al ser fruto de los amores de la reina y el valido, Beltrán de la Cueva, de donde viene el nombre de Beltraneja con el que la infanta es conocida posteriormente.

Isabel está al margen de todas estas maniobras pero pronto entrará en escena. La muerte del príncipe Alfonso en 1468 provoca que sus partidarios elijan a la joven infanta como nueva candidata a arrebatar la corona a Enrique. El objetivo nobiliario será contar con una persona manejable con la que realizar sus intereses personales.

En este contexto se firma el Pacto de los Toros de Guisando (1468) en el que Enrique reconoce a su hermana Isabel como princesa de Asturias, confirmando la ilegitimidad de su hija Juana. Resulta curioso como Isabel, cuyas posibilidades de reinar en Castilla eran muy escasas al nacer, se había convertido en la sucesora al trono.

Como princesa de Asturias Isabel debe elegir un buen marido para casarse. Los candidatos a este matrimonio político serán varios: Alfonso V de Portugal; don Pedro Girón, maestre de Calatrava, y Fernando de Aragón, heredero de la corona vecina. La elección se consumó en Ocaña, donde Isabel constituyó su casa: Fernando era el elegido.

El matrimonio se celebrará en Valladolid el 19 de octubre de 1469, presentando el arzobispo Carrillo una bula papal falsa ya que ambos contrayentes eran primos segundos, teniendo como antepasado común a Juan I de Castilla. Pero este matrimonio significará el enfrentamiento entre los dos hermanos ya que Enrique reacciona rápidamente y declara ilegal el nombramiento de Isabel como princesa de Asturias, reconociendo a Juana como su heredera legítima (Valdelozoya, 1470).

La guerra civil está servida aunque aún queden algunos años para estallar. En un primer momento, Isabel y Fernando apenas cuentan con aliados, retirándose a Medina de Rioseco, pero paulatinamente va creciendo el número de sus partidarios: el País Vasco, Borgoña, Roma y especialmente la poderosa familia Mendoza. La posición de Isabel es cada vez más fuerte y parece que el propio Enrique se aviene a negociar. Pero en estos momentos el monarca fallece en Madrid, en la noche del 11 al 12 de diciembre de 1474, sin hacer testamento.

Tomando como base el tratado de los Toros de Guisando, Isabel se proclama reina de Castilla en Segovia el 13 de diciembre. Es una política de hechos consumados que provocará la guerra entre Isabel y sus partidarios -que apoyan una monarquía estable y consolidada- frente a Juana y sus aliados -curiosamente los que anteriormente la consideraban ilegítima, pretendiendo consolidar sus derechos feudales y relegar la monarquía a un plano meramente formal-.

En enero de 1475 se firma la Concordia de Segovia entre Isabel y Fernando donde se produce un reparto de competencias entre ambos monarcas. Isabel es “reina y propietaria de Castilla” y su esposo recibe el título de rey. Desde ese momento los esposos formarán un bloque imposible de dividir y con esa firmeza pueden hacer frente al estallido de la guerra. La guerra civil se produce entre 1475 y 1479, convirtiéndose en guerra internacional al participar Portugal y Francia apoyando a Juana mientras que Aragón rinde su apoyo a Isabel. La derrota portuguesa en las cercanías de Toro (1 de marzo de 1476) y las dificultades francesas para invadir tierras guipuzcoanas gracias a la labor de la marina vasca inclinan la balanza a favor del bando isabelino.

Durante tres años se irán sofocando los focos de resistencia en tierras extremeñas y andaluzas, lo que indica que la causa isabelina no estaba tan arraigada. Los Tratados de Alcaçovas (septiembre de 1479) ponen fin a la contienda y desde ese momento Isabel está firmemente asentada en el trono. Ese mismo año de 1479 muere Juan II de Aragón por lo que Fernando se convierte en rey aragonés, poniéndose en marcha la unión dinástica de Castilla y Aragón.

Los cimientos del Estado moderno se están colocando en la Península Ibérica. Para robustecer el poder real se tomaron una serie de medidas de gran calado, la mayor parte de ellas en el seno de las Cortes: la constitución de la Santa Hermandad con fines de índole policial y judicial (Madrigal de las Altas Torres, 1476); la reorganización del Consejo Real, la ampliación de las competencias de los corregidores (Toledo, 1480); regulación de la Hacienda Real; revisión de las mercedes otorgadas a los nobles por Enrique IV; incorporación de los maestrazgos de las Ordenes Militares a la Corona al nombrar Gran Maestre a Fernando; establecimiento en Valladolid de la Real Chancillería, creando una segunda Chancillería en Granada (1505); constitución de un ejército permanente que tiene como núcleo las Guardias Reales, las milicias urbanas y la Santa Hermandad.

En materia religiosa se produce la expulsión de los judíos (1492); la reforma de las órdenes religiosas, labor realizada por el cardenal Cisneros; y la creación de la Inquisición en Castilla (1478) gracias a la bula “Exigit sinceras devotionis affectus” promulgada por Sixto IV por la que se otorga a los reyes el poder de nombrar dos o tres obispos para desempeñar el oficio de inquisidores, produciéndose las primeras condenas en Sevilla durante el año 1481.

En 1492 se producen tres hechos de gran importancia para España: la conquista de Granada -que pone fin a la guerra con el reino nazarí desde el año 1482-, la conquista de las Canarias -las islas mayores: Gran Canaria, La Palma y Tenerife- y el descubrimiento de América gracias a Cristóbal Colón. Los tres episodios se pueden relacionar con la política exterior desarrollada por Isabel y Fernando, encaminada a extender los dominios ibéricos para afianzar la corona como una potencia internacional, enfrentándose a Francia. Bien es cierto que la línea trazada por Fernando tenía como objetivo la expansión hacia el Mediterráneo -Italia y Sicilia- pero con estas nuevas aportaciones Castilla se abría al Atlántico.

Gracias a las bulas “Inter Caetera” (mayo de 1493) el papa Alejandro VI concedió la soberanía de las tierras descubiertas -aunque Colón pensaba que había llegado a las Indias-. Será este mismo pontífice quien otorgue a Isabel y Fernando el título de Reyes Católicos en 1494 -posiblemente para compensar al título de “Rey Cristianísimo” que ostentaban los soberanos franceses- que también disfrutarán todos sus herederos.

Dentro de la política exterior conviene destacar la política de enlaces diseñada por los reyes para sus hijos. Todos los matrimonios están encaminados a aislar a Francia: Isabel casaría con el príncipe portugués don Alfonso y al enviudar, con su heredero, don Manuel el Afortunado; Juan casará con Margarita de Austria, hija del emperador Maximiliano I y María de Borgoña; Juana contraerá matrimonio con Felipe de Austria, también hijo del emperador; María se casará con su cuñado, el viudo don Manuel de Portugal; Catalina será la primera esposa de Enrique VIII de Inglaterra. Portugal, el Imperio e Inglaterra, rodeando con sus vástagos al reino francés.

El diseño de Fernando no podía ser más perfecto. La muerte del príncipe Juan en 1497 provocará a doña Isabel una depresión, quizá por motivos sucesorios. El fallecimiento de Isabel (1498) y su hijo Miguel (1500) -heredero de las coronas de Portugal por su padre, Castilla por su abuela y Aragón por su abuelo- aumentarán la desazón en la reina que fallecerá en Medina del Campo el 26 de noviembre de 1504, víctima de un cáncer.

El testamento deja como heredera y propietaria de la Corona de Castilla a su hija Juana. El cadáver de doña Isabel fue llevado a Granada donde será enterrado, pudiéndose apreciar hoy en día un precioso mausoleo -realizado por Domenico Fancelli- en la Capilla Real granadina, acompañada de su esposo Fernando, donde también se encuentran los monumentos funerarios de sus herederos Juana I y Felipe El Hermoso, obra de Bartolomé Ordóñez,

Cenotafio de los Reyes Católicos.

Cenotafio de Juana I y Felipe El Hermoso

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